Hola, me llamo Dani, tengo 50 años. Cuando era un niño, iba por las tardes al salir del Colegio a jugar con mi balón a un campo de tierra y piedritas. Ese campo aún existe, está en el Barrio de Alcabre, se llama «Ameixeiras».
Una tarde, creo que era Septiembre ó Agosto, me sorprendió ver unas personas que estaban fuera del terreno de juego. Como todas las tardes me puse a jugar, más que jugar, lo que hacía era un entrenamiento. Calentaba, trotaba con el balón y ya lo hacía con ambas piernas, driblaba, conducía el balón, daba toques con la derecha, izquierda, rodillas, cabeza, tacón, etc… Tiraba a portería desde cerca, faltas fuera del área, con el balón en bote y muchos detalles más.
Era un niño pequeño que ya tenía muy claro lo que quería ser de mayor, futbolista.
Iba los domingos a Balaídos con mis padres a ver el partido del Celta. Y siempre me ocurría lo mismo. Cuando salían los jugadores al campo desde aquél agujero y sonaba el himno, me pasaba una emoción por el cuerpo que no la podía controlar, rompía a llorar como un niño que era. Me imaginaba de mayor saliendo al campo con la camiseta de mi equipo, de mi ciudad. Estaba seguro que entrenando mucho cumpliría con mi sueño y mis padres no tendrían que seguir trabajando más.
En aquel campo de fútbol cuando era pequeño, estaban unos Señores hablando, yo seguía disfrutando con el balón. Sin darme cuenta, uno de los Señores se acercó a mí. Imponía su presencia. Yo era muy tímido. Me saludó, lo saludé, me preguntó mi nombre y me sorprendió mucho la siguiente pregunta; ¿quién te enseñó a tocar y golpear así de bien el balón con las dos piernas? Le contesté que nadie, que jugaba yo sólo y me fijaba en los jugadores que veía por la tele en los partidos del Sábado y en los partidos del Celta en Balaídos los Domingos cada 15 días. Me preguntó si jugaba en algún equipo, le contesté que no y me dijo… Aquí, en éste campo va a entrenar el Celta de tú edad, soy el entrenador, Pepe Villar y me gustaría que entrenases y jugases con nosotros porque mientras hablaba con mis amigos no podía dejar de ver a un niño que hacía cosas de jugadores grandes con el balón.
Por supuesto que le dije que sí, que entrenaría mucho. Y me marché para casa flotando. Al llegar se lo conté a mí padre muy emocionado. Mi padre sólo repetía, ¡Pepe Villar!, ¿Te dijo que se llama Pepe Villar? Sí respondí. Pues es una leyenda del Celta. Lo vi jugar en el Celta, era un defensa muy bueno. Lo conocí personalmente y es un hombre muy noble que lo dio todo por el Celta. Tienes mucha suerte por tenerlo de entrenador, hazle caso, es un ejemplo.
Así fue, aprendí tanto de Pepe Villar que al cabo de unos años, el mismísimo Real Madrid vino para ficharme. Y el destino, es decir, ese famoso tren que sólo pasa una vez en la vida, ese día y a esa hora, no se detuvo en mí parada.
2 días antes de empezar la pretemporada, estando de vacaciones, una caída inexplicable frenó mí destino de golpe, unos cuantos huesos rotos y todas las noches las paso con mí frustración. También es un recordatorio para tantos niños y niñas que por diferentes motivos no pudieron alcanzar sus sueños.
Hola, me llamo Dani, tengo 50 años. Cuando era un niño, iba por las tardes al salir del Colegio a jugar con mi balón a un campo de tierra y piedritas. Ese campo aún existe, está en el Barrio de Alcabre, se llama «Ameixeiras».
Una tarde, creo que era Septiembre ó Agosto, me sorprendió ver unas personas que estaban fuera del terreno de juego. Como todas las tardes me puse a jugar, más que jugar, lo que hacía era un entrenamiento. Calentaba, trotaba con el balón y ya lo hacía con ambas piernas, driblaba, conducía el balón, daba toques con la derecha, izquierda, rodillas, cabeza, tacón, etc… Tiraba a portería desde cerca, faltas fuera del área, con el balón en bote y muchos detalles más.
Era un niño pequeño que ya tenía muy claro lo que quería ser de mayor, futbolista.
Iba los domingos a Balaídos con mis padres a ver el partido del Celta. Y siempre me ocurría lo mismo. Cuando salían los jugadores al campo desde aquél agujero y sonaba el himno, me pasaba una emoción por el cuerpo que no la podía controlar, rompía a llorar como un niño que era. Me imaginaba de mayor saliendo al campo con la camiseta de mi equipo, de mi ciudad. Estaba seguro que entrenando mucho cumpliría con mi sueño y mis padres no tendrían que seguir trabajando más.
En aquel campo de fútbol cuando era pequeño, estaban unos Señores hablando, yo seguía disfrutando con el balón. Sin darme cuenta, uno de los Señores se acercó a mí. Imponía su presencia. Yo era muy tímido. Me saludó, lo saludé, me preguntó mi nombre y me sorprendió mucho la siguiente pregunta; ¿quién te enseñó a tocar y golpear así de bien el balón con las dos piernas? Le contesté que nadie, que jugaba yo sólo y me fijaba en los jugadores que veía por la tele en los partidos del Sábado y en los partidos del Celta en Balaídos los Domingos cada 15 días. Me preguntó si jugaba en algún equipo, le contesté que no y me dijo… Aquí, en éste campo va a entrenar el Celta de tú edad, soy el entrenador, Pepe Villar y me gustaría que entrenases y jugases con nosotros porque mientras hablaba con mis amigos no podía dejar de ver a un niño que hacía cosas de jugadores grandes con el balón.
Por supuesto que le dije que sí, que entrenaría mucho. Y me marché para casa flotando. Al llegar se lo conté a mí padre muy emocionado. Mi padre sólo repetía, ¡Pepe Villar!, ¿Te dijo que se llama Pepe Villar? Sí respondí. Pues es una leyenda del Celta. Lo vi jugar en el Celta, era un defensa muy bueno. Lo conocí personalmente y es un hombre muy noble que lo dio todo por el Celta. Tienes mucha suerte por tenerlo de entrenador, hazle caso, es un ejemplo.
Así fue, aprendí tanto de Pepe Villar que al cabo de unos años, el mismísimo Real Madrid vino para ficharme. Y el destino, es decir, ese famoso tren que sólo pasa una vez en la vida, ese día y a esa hora, no se detuvo en mí parada.
2 días antes de empezar la pretemporada, estando de vacaciones, una caída inexplicable frenó mí destino de golpe, unos cuantos huesos rotos y todas las noches las paso con mí frustración. También es un recordatorio para tantos niños y niñas que por diferentes motivos no pudieron alcanzar sus sueños.
Me hiciste soñar, Pepe Villar.